viernes, 5 de junio de 2009

El fotógrafo es un creador solitario. Carga su instrumento y mira, elige de la realidad un pedazo, lo pone en el rectángulo, dispara. El pensamiento acompaña cada movimiento del dedo sobre el gatillo. El ojo interpreta la realidad, codifica, decodifica, construye, deconstruye, inventa. El ojo observa, investiga, busca en soledad el momento exacto, intuye, selecciona, imagina.

La soledad del fotógrafo se reitera en el momento de la edición, cuando ya concluidos los disparos toca quedarse con las mejores imágenes. Es un proceso íntimo, personal, en el que intervienen los años de experiencia, la sensibilidad, la intuición, los libros mirados, las muestras que se recorrieron, los diálogos sobre otras imágenes que estuvieron sobre la mesa, el camino propio indicando el próximo paso: quedarse con una.

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